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jueves, 22 de noviembre de 2012

LA TIERRA: PLANETA DE PRUEBAS Y DE EXPIACIONES


Entre los mundos inferiores, la Tierra pertenece a la categoría de los de expiación y pruebas, porque en ella existe el predominio del mal sobre el bien. Aquí el hombre lleva una vida llena de vicisitudes, por ser todavía imperfecto, y hay para sus habitantes más momentos de desdicha que de alegría.


Así como ocurrió con la estructura física de la Tierra, también la evolución moral ha avanzado gradualmente, sin interrupciones. «Los períodos geológicos señalan las fases del aspecto general del globo, como consecuencia de sus transformaciones. Pero, con excepción del período diluviano, que se caracterizó por una modificación repentina (fue una época de grandes cataclismos en el planeta), todos los demás transcurrieron lentamente, sin transiciones bruscas. Durante todo el tiempo que tomó a los elementos constitutivos del globo ocupar posiciones definitivas, las mutaciones deben haber sido generales. (...)»

De igual modo ocurre con la parte moral e intelectual de los Espíritus que habitan la Tierra. Es muy cierto que si bien nuestro planeta es un mundo inferior, no está considerado como primitivo, o sea, destinado a las primeras encarnaciones de los Espíritus. Los habitantes de la Tierra son Espíritus que poseen un determinado progreso. «(...) Pero, también, los numerosos vicios a los que se muestran propensos, constituyen un índice de gran imperfección moral. Por eso, Dios los colocó en un mundo desapacible, para que expiaran allí sus faltas, mediante un penoso trabajo y las miserias de la vida, hasta que hayan merecido ascender a un planeta más dichoso.

No obstante, no todos los Espíritus que encarnan en la Tierra están allí para expiación. Las razas a las que llamáis salvajes están compuestas por Espíritus que acaban de salir de la infancia y que en la Tierra se encuentran, por decirlo así, en camino a la educación, para crecer por medio del contacto con Espíritus más adelantados. Vienen después las razas semicivilizadas, constituidas por esos mismos Espíritus que están en vías de progreso. Ellas son, en cierto modo, razas indígenas de la Tierra que se elevaron hasta allí poco a poco, durante largos períodos seculares, algunas de las cuales han podido llegar al nivel de perfeccionamiento intelectual de los pueblos más esclarecidos.

Los Espíritus en expiación (...) no son oriundos de la Tierra; ya han vivido en otros mundos, de donde fueron excluidos como consecuencia de su obstinación en el mal y por haberse constituido, en esos mundos, en causa de perturbación para los buenos. Debieron ser degradados, durante algún tiempo, al ambiente de los Espíritus atrasados, con la misión de hacer que estos últimos avanzasen, ya que llevan consigo inteligencias desarrolladas y el germen de los conocimientos que adquirieron. (...)»

«(...) La felicidad no puede existir, por consiguiente, en la faz del orbe porque, en su generalidad, las criaturas humanas se encuentran intoxicadas y no saben contemplar la grandiosidad de los paisajes que las rodean en el planeta. Sin embargo, interesa observar que en el globo terrestre es donde la criatura edifica las bases de su verdadera dicha, por el trabajo y el sacrificio, camino a las más sublimes adquisiciones en el mundo divino de su conciencia.»

La Tierra saldrá de la condición de expiación y pruebas y pasará a ser planeta de regeneración. Está sometida a la ley del progreso, como todo en la Naturaleza. «(...) Progresa, físicamente, por la transformación de los elementos que la componen y, moralmente, por la depuración de los Espíritus encarnados y no encarnados que la pueblan. Ambos progresos se realizan paralelamente, debido a que el mejoramiento de la habitación guarda relación con el del habitante. Físicamente, el globo terráqueo ha experimentado transformaciones sucesivas, que la Ciencia ha comprobado y que lo hicieron habitable por seres cada vez más perfeccionados. Moralmente la humanidad progresa por medio del desenvolvimiento de la inteligencia, del sentido moral y por la moderación de las costumbres. (...)»

«Para que los hombres sean felices en la Tierra, es preciso que solamente esté poblada por Espíritus buenos, encarnados o no encarnados, que se dediquen tan sólo al bien. Como ha llegado el momento oportuno, se verifica una gran emigración de los que la habitan: la de los que practican el mal por el mal mismo, no tocados todavía por el sentido del bien, quienes por no ser ya dignos del planeta transformado serán excluidos, porque (...) podrían constituir un obstáculo al progreso. Irán a expiar la dureza de sus corazones, unos en mundo inferiores, otros en razas terrestres todavía atrasadas (...). Los substituirán Espíritus mejores, que harán que reine en su seno la justicia, la paz y la fraternidad.

Según lo anunciado por los Espíritus, la Tierra no habrá de transformarse por medio de un cataclismo que aniquile súbitamente a una generación. La actual desaparecerá gradualmente y la nueva la sucederá del mismo modo, sin que haya ninguna variación en el orden natural de las cosas.

(...) En cada niño que nazca en vez de un Espíritu atrasado e inclinado al mal, que antes encarnaría en ella, vendrá un Espíritu más adelantado y propenso al bien (...)» «La época presente es de transición; se confunden los elementos de las dos generaciones. Colocados en un punto intermedio, asistimos a la partida de una y a la llegada de la otra, destacándose cada una en el mundo, por sus caracteres peculiares. Correspondiéndole fundar la era del progreso moral, la nueva generación se distingue por inteligencia y razonamiento generalmente precoces, sumados al sentimiento innato del bien y las creencias espiritualistas, lo que constituye señal indudable de cierto grado de adelantamiento anterior. No estará compuesta exclusivamente por Espíritus eminentemente superiores, pero sí por los que habiendo progresado ya, se encuentran predispuestos a asimilar las ideas progresistas y aptos para secundar el movimiento regenerador (...).»

He aquí pues, el destino inmediato de la Tierra: planeta de regeneración. No obstante, continuando con su progreso ininterrumpido, ascenderá a niveles cada vez más altos, hasta alcanzar la perfección a la que todos estamos predestinados.

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