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domingo, 12 de mayo de 2013

La ley de progreso



Hola familia,

Después de pasar algunas reuniones de sábado aprendiendo sobre la ley de libertad, ayer avanzamos un paso más en el conocimiento de la Doctrina de los Espíritus. Con la ayuda de nuestros monitores Patricia y Alfredito, nos dedicamos al estudio de la ley de progreso. Los principales objetivos del estudio eran comprender qué es el estado natural del espíritu, conocer los medios que dispone para progresar y saber si puede retroceder o no en su marcha evolutiva. Nos dividimos en dos grupos. El primero grupo tenía que estudiar algunos conceptos más teóricos sobre el tema, mientras el segundo grupo leería un ejemplo extraído de la literatura mediúmnica en el que se podría comprender la teoría a través de la vivencia práctica.
 
La ley de progeso

El estado de naturaleza es la infancia de la Humanidad o el punto de partida de su desarrollo intelectual y moral. Es como si fuera el KM 0 de la trayectoria evolutiva del espíritu una vez éste ya ha alcanzado la conciencia de su individualidad. En esta fase, en la que ha superado la condición de principio inteligente, ya no se deja guiar únicamente por los instintos y la lucha por sobrevivencia pasa a ser impulsada por principios morales e intelectuales.


  • La ley de progreso regula la evolución de todos los seres, encarnados o no encarnados. En su naturaleza, el hombre trae el germen de su perfeccionamiento, estando así predestinado a superar su estado natural y elevarse hasta la condición de perfección relativa a través del desarrollo de sus facultades morales e intelectuales. 
  • Las reencarnaciones constituyen, de esta forma, una necesidad ineludible del progreso espiritual. El Espíritu sólo se purifica con el tiempo, mediante las experiencias a que dan lugar las reencarnaciones. Cada esfuerzo redunda en un progreso y cada progreso en un poder siempre mayor. 
  • El hombre tiene que progresar incesantemente y no puede volver al estado de infancia. Pensar que pudiera retrogradar a su primitiva condición sería negar la ley del progreso. 
  • En ocasiones, observamos situaciones que nos hacen pensar que el mal uso del libre albedrío es un retroceso difícil de reconciliar con la ley del progreso. ¿Cómo entender la situación en que una persona mata, por ejemplo, sin haberlo hecho en una encarnación anterior? Aquí hay que recordar que no somos títeres y disponemos del libre albedrío. Si el ser vive una experiencia que le hace afrontar la posibilidad de quitarle la vida a otra persona, esto debe entenderse como una prueba moral para su elevación, invitación de la vida para su ascensión en la escala evolutiva y superación de sus inclinaciones inferiores. Muchos, sin embargo, fracasamos ante estas y otras tantas pruebas. 
  • Sufrimos las consecuencias del mal uso del libre albedrío experimentando algunas veces deficiencias físicas, otras veces dificultades afectivas, otras todavía carencias de orden económica. La reencarnación da al hombre la posibilidad de reparar el pasado delictuoso, ofreciéndoles nuevas oportunidades de aprendizaje del buen uso del libre albedrío. 
  • Por haber infringido la Ley de amor, un ser que ha alcanzado la individualidad de la conciencia no puede encarnar en cuerpos de animales. Pero el mal uso del libre albedrío siempre produce situaciones que exigen el resarcimiento ante la ley cósmica universal, tan dolorosas como grabes hayan sido las faltas cometidas contra la humanidad.

El servicio como medio para el progreso

Un hombre que poseía recursos económicos considerables desencarna, indo a parar a
regiones umbralinas de sufrimiento y siendo más tarde socorrido por equipos espirituales de abnegados servidores del amor. El hombre tiene los brazos petrificados y ante un espíritu de mayor elevación que trabaja en la orientación espiritual en zonas de sufrimiento, relata sus padecimientos mientras explica que en vida nunca había hecho el mal e que incluso había hecho importantes obras de caridad, donando dinero a instituciones dedicadas a las obras de amor. Entre el hombre y el espíritu superior se produce entonces el siguiente dialogo, que no tiene desperdicio:
- Su maravillosa agudeza mental demuestra que estudió muchísimo. ¿Estaba casado?
- Sí
- ¿Cuidaba la casa?
- Mi mujer cuidaba de todo.
- ¿Fue padre?
- Sí.
- ¿Cuidaba a los hijos cuando eran pequeños?
- Teníamos suficientes número de criadas y amas.
- ¿Y cuando llegaron a jóvenes?
- Estaban naturalmente confiados a los profesores.
- ¿Ejerció alguna profesión útil?
- No tenía necesidad de trabajar para ganar el pan.
- ¿Nunca sufrió dolores de cabeza por los amigos?
- Siempre huí, receloso, de las amistades. No quería perjudicar ni ser perjudicado.
- ¿Adoptó alguna religión?
- Sí, era cristiano.
- ¿Ayudaba a los católicos?
- No. Detestaba a los sacerdotes.
- ¿Cooperaba con las iglesias reformadas?
- De ningún modo. Son excesivamente intolerantes.
- ¿Acompañaba a los espiritistas?
- No. Temía su presencia.
- ¿Amparó a los enfermos, en nombre de Cristo?
- La tierra tiene numerosos enfermeros.
- ¿Auxilió a las criaturas abandonadas?
- Hay hogares infantiles por todas partes.
- ¿Escribió alguna página consoladora?
- ¿Para qué? El mundo está lleno de libros y escritores.
- ¿Socorrió a los animales desprotegidos?
- No.
- ¿Le agradaba cultivar la tierra?
- Nunca.
- ¿Planto árboles bienhechores?
- No, tampoco.
- ¿Se dedicó al servicio de canalizar las aguas, para proteger paisajes empobrecidos?
- Jamás pensé en esto.
- Hay una explicación para su caso: Usted tiene las manos cubiertas de herrumbre. Es el talento no usado, mi amigo. Su remedio está en regresar a la lección. Repita el curso terrestre.

 ¿Qué mejor complemento para las meditaciones a las que esta lectura nos induce que las preguntas 642 y 643 de El Libro de los Espíritus.

642 – ¿Bastará no hacer el mal para ser agradable a Dios y asegurar su posición futura?
– No, es preciso hacer el bien en el límite de las fuerzas, porque cada uno responderá por todo el mal que resulte del bien que no haya hecho.

643 – ¿Habrá personas que, por su posición, no tengan posibilidades de hacer el bien?
– No hay nadie que no pueda hacer el bien. Sólo el egoísta no encuentra jamás la oportunidad. Bastará estar en relación con otros hombres para encontrar la ocasión de hacer el bien, y cada día de la vida ofrece la oportunidad a cualquiera que no esté ciego por el egoísmo, porque hacer el bien no consiste únicamente en ser caritativo, sino en ser útil en la medida en que podáis, siempre que vuestra ayuda llegue a ser necesaria.

En su respuesta a la pregunta 657, se nos aclara, por si ha quedado alguna duda después de la lectura,  que los hombres que se limitan a no hacer al mal son inútiles. Como nos aclaran los amigos espirituales, no hacer el bien ya es un mal.

El que no tiene conocimiento del progreso como una ley natural puede considerar que no actuar sea la mejor manera de no equivocarse. Sin embargo, el inmovilismo es en sí una gran equivocación. Los que sí conocemos la Doctrina Espírita debemos considerar que estemos donde estemos, tengamos los recursos que tengamos, disponemos de habilidades para buscar el propio progreso y auxiliar a los demás. Malgastar esta capacidad innata para hace el bien, aislándonos en actitud de omisión, sería lo mismo que hacer el mal.

Cada día nos ofrece innumerables oportunidades de servir. Tengamos, pues, los brazos dispuestos al trabajo, los labios llenos de palabras de concordia, los ojos abiertos para las cualidades ajenas y las manos listas para compartir. Que el ejemplo del Maestro, que no tenía una piedra donde reposar su cabeza, pero nos legó una maravillosa doctrina de amor, nos sirva de inspiración para la superación de la inferioridad que todavía nos caracteriza.

Cariños de la hermana menor
      

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