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martes, 3 de junio de 2014

20 aniversario del Centre Espírita Amalia Domingo Soler - Parte 1

Este mes de junio, el Centre Espírita Amalia Domingo Soler, cumple 20 años, nosotros y nosotras, con mucho cariño, dedicamos cuatro ediciones sobre CEADS en nuestro blog, volviendo a publicar los textos escritos por Teresa Vázquez, de una serie de los primeros seis números de nuestra Revista Visión Espírita (enero 2010 - 2011)

Agradecemos inmensamente a la familia Tendero por su dedicación, especialmente a Doña Isabel por sus palabras tiernas y su mirada compasiva, a las hermanas Anna y Teresa Vázquez por los pilares solidos que mantienen nuestra casa espírita, a todos los trabajadores incansables, asistentes, niños, niñas, jóvenes y a la Espiritualidad amiga que nos ampara.

Muchas gracias, de todo nuestro corazón, de toda nuestra alma.


El equipo Divulgación.





La historia del Centre Espírita Amalia Domingo Soler - Parte 1


Los orígenes de nuestro centro los encontramos en la Cataluña de los años 20 del siglo pasado, donde el Espiritismo, a pesar de los obstáculos sociales y culturales del momento, consiguió enraizar en el seno de la familia Tendero.

Catalina Mira García
Remontándonos en la historia del Centre Espirita Amalia Domingo Soler, llamaba abreviadamente CEADS, no transporta alrededor de los años 20 del siglo pasado, concretamente al año 1921, cuando Catalina Mira García y Matías Tendero Tendero comprometieron sus vidas y lazos de amor y respeto. En aquellos momentos de la historia del país, la cultura y las costumbres dificultaban que los vínculos de amor entre diferentes clases sociales pudieran hacerse realidad. Catalina provenía de una familia de la burguesía catalana y Matías era hijo de trabajadores de la clase obrera.
El amor que surgiría entre ambos hizo posible que las barreras sociales no impidiesen su unión matrimonial, aunque Catalina renunció a las ventajas sociales y económicas de su familia apoderada.

Explican que en sus pensamientos profundamente republicanos les hacían defender los derechos de los trabajadores y de las mujeres, participando en asambleas, mítines y otras manifestaciones en favor de los más desfavorecidos de la sociedad catalán de aquella época. Sus inquietudes políticas y sociales les llevaron a tierras andaluzas, concretamente a Sevilla, donde Matías puso un taller de pintura de coches y Catalina, con sus hijos, trabajaban haciendo alpargatas. Su casa siempre estaba llena de visitas, amigos, vecinos, compañeros de ideología…, nunca faltaba ni una sonrisa ni un trozo de pan para compartir. Fue allí entierras andaluzas que vinieron los dos primeros hijos, Macià (el mayor) y Anna María.

La situación política era muy difícil en el país y decidieron volver a tierras catalanas, concretamente a Barcelona, donde nació la tercera hija llamada Isabel. Cuando estalló la guerra civil española, en los inicios del año 36, Macià enfermó gravemente de una afección hepática que no pudo superar, desencarnando en Sitges con pocos años de vida.

Al finalizar la guerra, finales del 39, una bronconeumonía se llevó su segunda hija Anna María. El dolor de la muerte de ambos hijos fue un golpe terrible y se trasladaron a Barcelona para rehacer sus vidas, pero a Catalina la tristeza la iba hundiendo lentamente en un mar de melancolía que no podía superar. Se pasaba los días escuchando su hija pequeña Isabel de cinco años como seguía jugando con sus hermanos desencarnados. Para Isabel la muerte no era una realidad dolorosa porque los seguía viendo con ella jugando y hablando naturalmente.

Matías Tendero Tendero
La desesperación de Catalina frente a la muerte de sus dos primeros hijos, llevó a que unos amigos le hablasen de una señora espiritista llamada María Mellado que vivía en el barrio de Pueblo Seco. Ella hablaba con los muertos y ayudaba a las personas a encontrar consuelo frente a las pérdidas de sus seres queridos mediante la mediumnidad.

Matías y Catalina fueron atendidos por la Sra. María Mellado quien les explicó los principios del Espiritismo, ofreciéndoles una explicación racional al fenómeno de la muerte y un sentido más amplio de la vida. Alejados de toda creencia religiosa que permitiera que en nombre de Dios se actuase impunemente contra la igualdad, la fraternidad y la libertad de los seres humanos, Catalina y Matías encontraron en el Espiritismo el consuelo y conocimiento necesarios para aceptar la muerte de sus dos hijos y vivir en paz y con sentido.


La familia Tendero ya se ha instalado en Barcelona donde su tercera hija les llena de alegría. En la Ciudad Condal es donde conocen el espiritismo, doctrina que vivirá y se desarrollará en el seno de tres generaciones consecutivas.

Francisco Vázquez e Isabel Tendero, en el día de su boda.
Isabel Tendero, la tercera hija de Catalina Mira y Matías Tendero, creció entre tierras andaluzas y catalanas. Instalados en Barcelona definitivamente cuando Isabel tenía 16 años, Matías abrió un taller de pintura de coches en la calle Córcega. Era un de los primeros talleres donde trabajaba la pintura “al duco”, una técnica innovadora en aquella época. Mantenían reuniones espiritistas clandestinas en su casa, donde Isabel educaba su mediumnidad ostensiva bajo los sabios consejos de la Sra. María, una anciana espiritista, instruida y experimentada, que les aconsejó comprar el Libro de los Espíritus y el Libro de los Médiums, prohibidos en aquellos momentos y bajo penas de prisión. Para conseguirlos, fueron a una librería de la Plaza Universidad, donde a escondidas y con mucha precaución se los pudieron vender.

El tiempo fue pasando. Entre familiares y amigos estudiaban la doctrina y realizaban reuniones mediúmnicas, donde los espíritus desencarnados encontraban consuelo y los guías espirituales los instruían. Isabel estudiaba contabilidad y comercio y trabajaba de modista. Entre los estudios, el trabajo y las reuniones espíritas, Isabel tenía sueños premonitorios. Uno de ellos le mostraba a un hombre bien parecido. A los pocos días en un baile de barrio donde las chicas y los chicos se cortejaban acompañados de sus madres, Isabel conoció al chico de sus sueños. Se llamaba Francisco Vázquez, Paco para los amigos. Se casaron el 7 de mayo de 1960. Tuvieron dos hijas, Ana y Teresa.
Paco era un hombre instruido, carpintero de oficio, aunque trabajaba como planchista en el taller de plancha y pintura de coches de su suegro. Le apasionaba leer, tenía una extensa biblioteca donde podías encontrar de todo excepto temas espirituales, que nunca le interesaron. Aunque la palabra Espiritismo nunca se nombró hasta la desencarnación de Paco, que sucedió en 1975, sus hijas fueron criadas bajo la luz de la Doctrina de los Espíritus, porque la mejor educación es la que ofrecemos con el ejemplo e Isabel se ocupaba de instruir y educar en los misterios de la vida y la muerte a Ana y Teresa bajo la sabiduría de la filosofía espiritista.

Las pequeñas Anna (izquierda) y Teresa (derecha)

Fue cuando Paco desencarnó a la edad de cuarenta y ocho años que Isabel se decidió a hablar abiertamente de la Doctrina Espiritista. Junto con algunos familiares, comenzaron a realizar periódicamente sesiones espiritistas por la casa, en las cuales participaban Ana y Teresa con 13 y 12 años respectivamente. Así fue hasta que a la edad de dieciocho años aproximadamente, Isabel y sus hijas sintieron la necesidad de buscar otros grupos espiritistas en la ciudad, donde poder compartir experiencias y estudios.


En los años siguientes, fueron participando de las actividades de un grupo espiritista familiar del barrio de Horta y posteriormente en el Grupo “Fraternidad Espírita Cristiana” dirigida por el querido “abuelo” Salvador Sanchís.


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