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miércoles, 24 de mayo de 2017

¿Dios existe?

Muy buenas a todos,

Este sábado tenemos un encuentro para contestar la pregunta más antigua, más difícil y más importante de nuestra existencia: ¿Dios existe?

Os dejo el texto del estudio para que podáis adelantar la lectura.


Pruebas de la existencia de Dios

Allan Kardec colocó al principio de «El Libro de los Espíritus» un capítulo que trata exclusivamente de Dios. Con eso pretendió expresar que el Espiritismo se basa, en primer lugar, en la idea de un Ser Supremo.

Los Espíritus definieron a Dios como “La Inteligencia Suprema, causa primera de todas las cosas”. 

La prueba de la existencia de Dios, como dicen los Espíritus, puede ser hallada en un axioma que aplicamos a nuestras ciencias: ”No existe efecto sin causa. Buscad la causa de todo lo que no sea obra del hombre y vuestra razón os responderá”.

Racionalmente, no es posible admitir un efecto sin causa. Vemos constantemente una inmensidad de efectos cuya causa no está en la humanidad, porque la humanidad es impotente para producirlos y ni siquiera puede explicarlos.

Contemplando el Universo inmenso, con todos los mecanismos que  evidencian combinaciones y designios determinados, la extensión infinita del espacio, el orden y la armonía a los que obedece la marcha de los innumerables mundos; contemplando además todos los seres de la naturaleza, desde de los grandes mamíferos hasta los más pequeños insectos, pasando por las distintas especies de aves, hasta los minerales con sus admirables formas cristalinas y el reino vegetal con una variedad de plantas casi infinitas, y sondeando, también, el mundo microscópico con incontables formas unicelulares, sin olvidar el  cuerpo humano con todas las funciones que se ejercen independientes de nuestra voluntad con un ritmo perfecto, nos damos cuenta de que toda esta inmensidad, profusión y belleza está infinitamente por encima de la capacidad del hombre y solo puede ser atribuido a la omnipotencia creadora de un ser soberanamente inteligente y sabio, que es ineludiblemente el Creador de todo cuanto existe.



Todo es testimonio de una idea rectora, una combinación, una previsión, una solicitud que supera las concepciones humanas. La causa es, pues, soberanamente inteligente. Desde el momento en que el hombre no puede ser el creador de todo ello, se reconoce, ineludiblemente, que es el producto de una inteligencia superior a la humanidad, a la que llamamos Dios.

Constituye un principio elemental que por los efectos se deduzca una causa, aunque ésta continúe oculta. No siempre es necesario que veamos algo para saber que existe. En todos los casos mediante la observación de los efectos se llega al conocimiento de las causas.

Otro principio también elemental, que por verdadero se ha convertido en axioma, es que todo efecto inteligente debe tener su origen en una causa inteligente. Si nos preguntasen quién es el constructor de cierto mecanismo ingenioso, ¿qué pensaríamos de aquél que nos respondiera que se hizo a sí mismo?. Cuando se contempla una obra maestra del arte o de la industria se afirma que debe haberla producido un hombre de genio, porque solamente una gran inteligencia podría concebirla. Entre tanto, se reconoce que esa obra es de un hombre porque se comprueba que no está por encima de la capacidad humana; pero a nadie se le ocurriría pensar que surgió del cerebro de un idiota o de un ignorante, ni muchos menos que constituye el trabajo de un animal o producto del azar.

También por el sentimiento, quizás más que por el razonamiento, el hombre puede comprender la existencia de Dios. Los pueblos salvajes creen instintivamente en la existencia de un poder sobrehumano. Ellos ven cosas que están por encima de las posibilidades del hombre y deducen que esas cosas provienen de un ente superior a la humanidad. ¿No demuestran razonar con más lógica que los que pretenden que tales cosas se hicieron a sí mismas?.

Existe en el hombre, desde el más primitivo hasta el más civilizado, la idea innata de la existencia de Dios. De manera que por sobre el razonamiento lógico, nos da prueba de la existencia de Dios la intuición que tenemos de Él.

La historia de la idea de Dios nos muestra que ésta siempre estuvo en relación con el grado de intelectualidad de los pueblos y de sus legisladores, correspondiendo a los movimientos civilizadores, a las razas, al florecimiento de los diferentes pueblos; en fin, a los progresos espirituales de la Humanidad.



Sin embargo, a pesar de todo, Dios no puede ser percibido por el hombre en su divina esencia. Aún después de liberarse de los lazos corporales, disponiendo de facultades perceptivas menos materiales, el Espíritu imperfecto no puede tampoco percibir totalmente la naturaleza divina.
En realidad, aún poco sabemos acerca de esa naturaleza divina. No obstante, en el estado evolutivo en el que nos encontramos podemos sentir que Dios no es una abstracción metafísica, un ideal que no existe. Dios nos esclarecerá con su luz, nos infundirá animo con su amor, expandirá sobre nosotros su alma inmensa, su alma rica de todas las perfecciones; por Él y solamente en Él nos sentiremos felices y verdaderamente hermanos, fuera de Él solo encontraremos oscuridad, incertidumbre, decepción, dolor y miseria moral.

Tal es el concepto que nuestra inteligencia, en la fase evolutiva en que se encuentra, puede formarse acerca de Dios.

Por lo tanto, el Espiritismo tiene en la existencia de Dios el más grande de sus principios, ubicado en la base misma de la Doctrina. Sin pretender dar al hombre el conocimiento de la naturaleza íntima de Dios, se permite argumentar que prueba su existencia la realidad palpitante y viva del Universo. Si éste existe, ha de tener un divino autor.

Al ser humano aún le falta el sentido para comprender la naturaleza íntima de Dios, pero a medida que desarrollemos el sentido moral y nos vayamos perfeccionando comprenderemos mejor a Dios, toda su obra y sus perfectas Leyes.




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