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domingo, 19 de noviembre de 2017

Nuestro cielo

Ayer celebramos en CEADS el día mundial de los sobrevivientes del suicidio. Es siempre una jornada emotiva y la de ayer no fue menos. Reservamos esta fecha en nuestro calendario para ofrecer a los sobrevivientes un espacio cálido y afectuoso para que puedan desahogar, buscar apoyo o simplemente compañía. También recordamos con amor a los que se han marchado por la puerta del suicidio, interrumpiendo su existencia física. Ayer, además, ampliamos la hola de amor que podíamos emitir, y la extendimos a todas las personas, encarnadas o desencarnadas, que por su ignorancia influyeron en el suicidio de alguien. Fue una tarde memorable.

Empezamos con la charla de Maria Jesús, compañera de CEADS, "Compartiendo presentes". Todo un presente su conferencia, llena de afecto y buscando en cada palabra y en cada imagen, acoger el dolor pero encauzar la sanción. Nos habló de las fases del duelo por el que pasan los sobrevivientes. Fases estas las por las que es humano, natural y necesario que pasar, cada uno a su ritmo. La primera, sería la de rabia, enfado... "¿Por qué me has hecho esto?" "¿Por qué has hecho esto?" "¿Cómo es que no me buscaste para que te ayudara?". La segunda fase es la de aceptación, cuando el corazón hecho cañizos empieza a comprender que jamás volverá a ser el de antes, pero igualmente hay que seguir adelante, hay que vivir pese a que no comprendamos o no compartamos las razones que llevaron nuestro ser querido al suicidio. La tercera fase es la del aprendizaje. Todas las experiencias por las que pasamos nos enseñan cosas y las dolorosas son precisamente las que más nos enseñan. La muerte de un ser amado por el suicidio es posiblemente de las pruebas más duras que alguien puede experimentar. ¿Qué aprendizaje nos trae esta circunstancia? ¿Qué crecimiento interior?

Maria Jesús comparaba a cada una de estas fases a un semáforo, precisamente indicando el transito que uno debe hacer, pese a que el suicidio de la persona a quién queremos nos haga sentir como que la vida ha frenado en seco. La primera fase es la del semáforo en rojo. Es cierto que está llena de sentimientos y emociones que podríamos clasificar como negativos, pero quién no pára cuando el semáforo está en rojo, tiene gran probabilidad de estrellarse más adelante. Negar estos sentimientos sólo pospone la sanción del corazón. La segunda fase, a la que cada uno llena por su propio pie y a su ritmo propio, es como si el semáforo se ha puesto en amarillo. ¡Atención! ¡Observa! ¡Escucha a tu propia alma! La tercera fase, la del aprendizaje, a la que cuesta tanto trabajo intimo llegar, es un semáforo rojo en verde. Eres libre, no estás encadenado por el dolor, lo que no quiere decir que no los sientas, ni tampoco que hayas olvidado. Sencillamente no es un dolor que paraliza.

Nuestra compañera recurrió a Mario Benedetti, leyendonós su poema "No te rindas". Nos lo leyó al sonido de "Viva la vida", de David Garret. Aquí os dejamos una versión que hemos encontrado, que también está muy bonita.

  

La conferencia de Maria Jesús preparó el ambiente de forma armoniosa. Lo que hicimos a continuación fue, una a una, nombrar a las personas que se habían marchado por el suicidio o a sobrevivientes. Habíamos estado recibiendo nombres toda la semana a través de los canales de comunicación de CEADS. 69 personas nombramos, podríamos decir "evocamos", con todo el amor que nuestros corazones fueron capaces de sentir. Para cada nombre, pegábamos una estrella en la pared. Una estrella final por todos los que no teníamos sus nombres... y por los espíritus que en procesos obsesivos hayan influenciado en el suicidio de otra persona. Apagamos las luces y las estrellas brillaban en la oscuridad. Una lámpara traída de la habitación de un niño acabó de proyectar estrellas por todo el centro. Todo CEADS era un cielo y nosotros lo contemplábamos en la oscuridad. Nos sentíamos sumergidos en amor y belleza. Así fue cómo escuchamos a la poesía que nuestro compañero, Alfredo Tabueña, escribió para este momento final.



No es posible explicar la mágia de este presente. Sólo queda la gratitud por haberlo compartido. Nosotros en CEADS somos gente muy insignificante, pero ¡qué cosas tan maravillosas hacemos cuando nos disponemos a colaborar con la espiritualidad que está a nuestro lado!

Gracias de todo el corazón a la gran familia CEADS por todo lo que nos dá.

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